Hoy, mañana y siempre

Centro de la ciudad de México, D.F.

No se ni cuándo, ni cómo llegaron, ni tampoco recuerdo como vine a esta vida, sólo se que de siempre han estado ahí junto a mi, a veces cercanos, otra lejanos, no obstante siempre pendientes unos de otros.

Así es, Doris mi hermana mayor y Arturo mi hermano menor, siempre a mi lado, juntos los tres, como los mosqueteros, todos para uno y uno para todos.

Sin embargo, hace poco más de un mes uno de ellos tuvo que partir en el viaje eterno, aquel de donde nadie regresa, aquel que nadie sabe cómo es...

Y aun hoy en día, al cerrar los ojos por la noche, recuerdo nítidamente una a una cada imagen y cada diálogo de ese aciago día; al mirarlo yaciendo con los ojos cerrados apuntando directamente al cielo, el primer pensamiento que vino a mi mente fue el de decirle "manito, has despejado la incógnita de la muerte", y con ello las mil y un preguntas que nos habíamos planteado en nuestras pláticas.

Después se sucedieron los avisos a la familia, la confusión, la tristeza, el llanto, son tan intensas y profundas las emociones como doliente que nos dejan rotos por dentro.

Dos días después, al llegar a casa habiendo cumplido con los ritos concernientes a la defunción, se agolparon en mi mente los recuerdos, aquellos que guardo desde mi más tierna infancia hasta el último de sus mensajes.

Esos que iré plasmando en letras uno a uno conforme vayan llegando a mi mente...


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